martes, 13 de marzo de 2012

ZAGA

Podríamos haberle llamado Pirata; por su ojo cubierto de pelo negro que resaltaba contra lo blanco del resto de su cuerpo. Chiquita; por su tamaño y más sabiendo que nunca iba a crecer demasiado. En fin, hubo muchos nombres en juego pero hubo uno que por su personalidad le cabía como "anillo al dedo": Zaga.
Sonaba raro ese nombre para un perrito, pero creímos que era el más acertado por la particularidad que mostró desde un principio. Resultó ser una hembrita y Zaga pronto pasó a ser mi talismán.
Siendo yo el que la había encontrado abandonada en el camino al pueblo, según la ley (no sé que ley) me correspondía; ella era mía. Siempre había querido tener un compañero de andanzas y por una cosa u otra no había podido ser. Hasta ese día que encontré este cachorro todo sucio que ni siquiera se sabía de lo blanco que era su pelaje una vez bañado y peinado.
Siendo yo un zagal fuerte, valiente y gallardo que desde niño había tenido a mi cargo el tiro del carruaje que el mayoral me había asignado pues me habia merecido su confianza por mi responsabilidad y madurez. Muchas veces quienes no conocían o recordaban mi nombre se dirigían a mí con el cargo que ejercía: Zagal.
Pero fue la personalidad de mi mascota la que me confirmó que si yo era Zagal, ella sería Zaga.
Una vez que se acostumbró a mi y a la vida de campo pasamos a ser sólo uno.
Tenía una característica por la cual también le correspondía ese nombre. Nunca corría, caminaba, descansaba (y todas las otras... abas) delante mío. Ella siempre a posteriori. Por más que la incitaba a adelantarse ella se mantenía zaguera. Yendo y volviendo del pueblo era común que ocupara su lugar, en la parte de atrás del carro, abajo, trotando, sobre el lado de la rueda izquierda. Y así la gente se fué acostumbrando a que si Zagal estaba al frente, rezagada, a su sombra aparecía Zaga.
Fueron muchos los años que compartimos juntos y ella nunca perdió esa costumbre. De ir a mi retaguardia como si fuera mi sombra.
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Zaga querida, te tengo en mis brazos, inmóvil y no puedo resignarme a perderte. Zaga; si siempre estabas a mi espalda; porque ese día en que caminábamos recogiendo choclos en el maizal te me adelantaste?
Imprevistamente te ví pasar al frente mío y una sombra centelleó y oí tu lamento. Supiste en ese momento que el peligro me acechaba al frente y allí acudiste. Fue tan inaudible el tintinear del cascabel asesino que sólo una perrita por amor a su dueño lo pudo anticipar dejando su eterno lugar de ir siempre a mi zaga.

1 comentario:

  1. Qué bello relato Lucy, me conmovió, gracias por este regalito.
    Siempre te recordamos, un fuerte abrazo.

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